Introducción

Introducción
Nos encontramos a finales del siglo XX. México lleva casi doscientos años de vida independiente. Desde los inicios de la Colonia, la lengua en la que se ha venido manifestando la reflexión sobre nosotros mismos y en la que nuestra nación ha llegado a constituirse ha sido el español. En español hemos reflexionado, como pueblo, lo que fue la gran tragedia de la Conquista y lo que es ser mexicano, como fruto de la unión de dos grandes linajes: el ibérico y el indio; en español hemos construido nuestras instituciones nacionales, desde las leyes que han hecho de nuestro país un Estado hasta los modernos sistemas de comunicación por radio, televisión y prensa; en español hemos escrito nuestra historia y hemos producido nuestra literatura. Por eso no es de extrañar que consideremos que la lengua española es nuestra propia lengua. No una lengua extranjera, impuesta a nosotros -pero sí a la mitad de nuestros ancestros-, ni una lengua prestada, de cuya identidad hemos de informarnos en la antigua metrópoli colonial. El español, porque en él hemos nacido el noventa por ciento de los mexicanos, es nuestra lengua: centrada en nuestra tradición y nuestra experiencia histórica, que evoluciona con nosotros y, en parte, por nosotros. He ahí la justificación primera para presentar al público un diccionario del español de México, del cual este Diccionario del español usual en México es un tercer avance.
Hay que señalar, sin embargo, que el carácter de lengua nacional que tiene el español en México no es ni debe ser, de ninguna manera, un motivo para desestimar la rica variedad de lenguas amerindias que sobreviven en nuestro país, ni una coartada para impedirles su libre uso, su derecho no a sobrevivir, sino a recuperar un papel en nuestra historia. Para los pueblos aborígenes mexicanos, el español ha dejado de ser la lengua de sus dominadores ancestrales y se ha convertido en su principal vehículo de entendimiento nacional, tanto con la mayoría hispanohablante como con los que hablan las otras lenguas amerindias, tan diversas entre sí y por tanto tiempo incomunicadas.
Paradójicamente, los mexicanos nunca habíamos recopilado nuestro propio diccionario; es decir, un diccionario del español tal como efectivamente lo hablamos y lo escribimos; no un diccionario de nuestras particularidades lingüísticas, de las cuales se han elaborado varios, en especial el imprescindible Diccionario de mejicanismos de don Francisco Javier Santamaría. Quizá porque durante mucho tiempo se temió que la lengua española se fragmentara en muchas lenguas diferentes entre sí, como resultado de la evolución política de Hispanoamérica a partir de su independencia, se había mantenido, como hasta la fecha en el resto de nuestro continente, una dependencia directa de la lexicografía peninsular que nos proveía, como lo hace todavía, de diccionarios generales de la lengua. Esos diccionarios, con ser válidos para los mexicanos, pues al fin y al cabo asientan en particular el vocabulario de la lengua culta, que tiene características internacionales y no solamente peninsulares, han dejado siempre de lado no sólo voces que se usan más en México que en otras regiones hispanohablantes, sino también significados que se han gestado y matizado entre nosotros, así como multitud de expresiones hispánicas más locales. De ahí proviene la sensación que tienen muchos mexicanos cuando consultan diccionarios elaborados con los puntos de vista y la experiencia de la lengua de la Península, de que hay distinciones nuestras que no se toman en cuenta, y de que hay sentidos y palabras que no corresponden a nuestro propio uso de la lengua.
Por el contrario, la tradición hispanoamericana de ofrecer diccionarios de regionalismos, como el de Santamaría, como complementos de lo pintoresco en nuestros territorios o incluso de lo «vicioso» o «bárbaro» de nuestro hablar, no nos ha educado en el aprecio de nuestra variedad lingüística, sino en el sentimiento del «desvío» que supuestamente padecemos en relación con el español peninsular. Nuestra realidad nacional nos muestra que el español mexicano, «vicioso» o «bárbaro» (que no lo es, de ninguna manera), es la lengua en que se organiza nuestra mutua comprensión y en la que se manifiesta nuestra comunicación. De esa lengua, del español de México centrado en sí mismo pero no encerrado en una visión chauvinista y miope de la lengua española común, había que elaborar un diccionario.
La tarea que se nos ofreció a los autores de este Diccionario del español usual en México fue por eso, ante todo, estudiar el vocabulario del español hablado y escrito en México para después redactar un diccionario mexicano de la lengua española, basado en nuestro uso real; el que, desde 1973, cuando iniciamos nuestro trabajo, hemos venido denominando Diccionario del español de México.
El Diccionario del español usual en México es un avance de aquél, que seguimos elaborando. Lo ofrecemos a la publicidad como una obra de un solo tomo que sea lo suficientemente manual como para que la utilicen, en particular, jóvenes estudiantes de la educación media y superior, así como ciudadanos que se interesen por comprender con precisión hablas y escritos mexicanos, tanto literarios como científicos, periodísticos, jergales y regionales. Con anterioridad habíamos ofrecido dos pequeños diccionarios: el Diccionario fundamental del español de México, que publicó el Fondo de Cultura Económica en 1982, y el Diccionario básico del español de México, que sigue publicando desde 1986 El Colegio de México. Si el Fundamental se reducía estrictamente al vocabulario mínimo necesario para comprender un texto de carácter general o escolar; y si el Básico se ampliaba hacia el vocabulario de la lengua culta, con una consideración particular del vocabulario de libros de texto en ciencias naturales y ciencias sociales, éste se concentra en el español usual en México: fundamental y especializado; básico y general; de la lengua estándar, que incluye, naturalmente, a la lengua culta, pero también a la lengua hablada, más propia de nuestra comunicación coloquial, familiar y popular, y de la lengua utilizada en las diferentes regiones de México. Lo llamamos usual por eso y porque la selección del vocabulario que presenta -aproximadamente 14 mil entradas- ha sido hecha utilizando como criterio principal el estudio cuantitativo del uso del vocabulario en México. Es decir, que forman parte de los vocablos incluidos en este Diccionario aquellos que tuvieron una frecuencia mínima específica en nuestro estudio documental.

Diccionario del español usual en México par Luis Fernando Lara. . 2013.

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